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viernes, 21 de noviembre de 2014

ALTERIDAD

ALTERIDAD

Alteridad es la condición de ser otro. El vocablo alter refiere al “otro” desde la perspectiva del “yo”. El concepto de alteridad, por lo tanto, se utiliza en sentido filosófico para nombrar al descubrimiento de la concepción del mundo y de los intereses de un “otro”.

La alteridad hay que entenderla a partir de una división entre un “yo” y un “otro”, o entre un “nosotros” y un “ellos”. El “otro”  tiene costumbres, tradiciones y representaciones diferentes a las del “yo”: por eso forma parte de “ellos” y no de “nosotros”. La alteridad implica ponerse en el lugar de ese “otro”, alternando la perspectiva propia con la ajena.

Es decir, la alteridad viene a ser una buena muestra de interés por comprenderse. De ahí que se encargue por fomentar tanto el diálogo como los acuerdos e incluso las vías de paz a cualquier posible conflicto.

Precisamente por todo lo que es y lo que significa, normalmente cuando se habla de alteridad también viene a la mente otro concepto, el de otredad. A veces se emplean como sinónimos, no obstante, este último tenemos que decir que es aquel término que se utiliza para expresar que cuando una persona está entablando una conversación con otra lo que hace es adueñarse de ella. ¿Cómo hace eso? Recurriendo a frases habituales como “si yo fuera tú lo que haría sería…”.

Precisamente por lo que significan, por los valores que expresan y transmiten tanto la alteridad como la otredad se usan en determinados ámbitos de estudio como, por ejemplo, la Historia o la Antropología. Y es que sirven para entender las posturas de unas partes u otras en cualquier acontecimiento o hecho.

Esto quiere decir que la alteridad representa una voluntad de entendimiento que fomenta el diálogo y propicia las relaciones pacíficas. Cuando un hombre judío entabla una relación amorosa con una mujer católica, la alteridad es indispensable para entender y aceptar las diferencias entre ambos. En cambio, si se registra una escasa alteridad, la relación será imposible ya que las dos visiones del mundo sólo chocarán entre sí y no habrá espacio para el entendimiento.

La alteridad también puede entenderse a un nivel más amplio. El encuentro entre dos países o dos pueblos implica poner diferentes formas de vida frente a frente. Si hay voluntad de alteridad, la integración podrá ser armónica, ya que cada pueblo respetará las creencias del otro. Ese diálogo, por otra parte, enriquecerá a ambos. 

En cambio, si no hay alteridad, el pueblo más fuerte dominará al otro e impondrá sus creencias. Eso ocurrió, por ejemplo, a partir de la llegada de los conquistadores europeos a América.

Algunos estudiosos, como sería el caso de Adrián Vázquez Fernández, han considerado que básicamente existen tres tipos de alteridad: alteridad política, alteridad ética y alteridad ético-política.

Alteridad es la condición de ser otro. El vocablo alter refiere al “otro” desde la perspectiva del “yo”. El concepto de alteridad, por lo tanto, se utiliza en sentido filosófico para nombrar al descubrimiento de la concepción del mundo y de los intereses de un “otro”.

La alteridad hay que entenderla a partir de una división entre un “yo” y un “otro”, o entre un “nosotros” y un “ellos”. El “otro”  tiene costumbres, tradiciones y representaciones diferentes a las del “yo”: por eso forma parte de “ellos” y no de “nosotros”. La alteridad implica ponerse en el lugar de ese “otro”, alternando la perspectiva propia con la ajena.

Es decir, la alteridad viene a ser una buena muestra de interés por comprenderse. 

De ahí que se encargue por fomentar tanto el diálogo como los acuerdos e incluso las vías de paz a cualquier posible conflicto.
Precisamente por todo lo que es y lo que significa, normalmente cuando se habla de alteridad también viene a la mente otro concepto, el de otredad. A veces se emplean como sinónimos, no obstante, este último tenemos que decir que es aquel término que se utiliza para expresar que cuando una persona está entablando una conversación con otra lo que hace es adueñarse de ella. ¿Cómo hace eso? Recurriendo a frases habituales como “si yo fuera tú lo que haría sería…”.

Precisamente por lo que significan, por los valores que expresan y transmiten tanto la alteridad como la otredad se usan en determinados ámbitos de estudio como, por ejemplo, la Historia o la Antropología. Y es que sirven para entender las posturas de unas partes u otras en cualquier acontecimiento o hecho.

Esto quiere decir que la alteridad representa una voluntad de entendimiento que fomenta el diálogo y propicia las relaciones pacíficas. Cuando un hombre judío entabla una relación amorosa con una mujer católica, la alteridad es indispensable para entender y aceptar las diferencias entre ambos. En cambio, si se registra una escasa alteridad, la relación será imposible ya que las dos visiones del mundo sólo chocarán entre sí y no habrá espacio para el entendimiento.
La alteridad también puede entenderse a un nivel más amplio. El encuentro entre dos países o dos pueblos implica poner diferentes formas de vida frente a frente. Si hay voluntad de alteridad, la integración podrá ser armónica, ya que cada pueblo respetará las creencias del otro. Ese diálogo, por otra parte, enriquecerá a ambos. En cambio, si no hay alteridad, el pueblo más fuerte dominará al otro e impondrá sus creencias. Eso ocurrió, por ejemplo, a partir de la llegada de los conquistadores europeos a América.


Algunos estudiosos, como sería el caso de Adrián Vázquez Fernández, han considerado que básicamente existen tres tipos de alteridad: alteridad política, alteridad ética y alteridad ético-política.


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