ALTERIDAD
Alteridad es la condición de ser otro. El vocablo alter refiere al “otro” desde la perspectiva del “yo”. El concepto de alteridad, por lo tanto, se utiliza en sentido filosófico para nombrar al descubrimiento de la concepción del mundo y de los intereses de un “otro”.
La
alteridad hay que entenderla a partir de una división entre un “yo” y un
“otro”, o entre un “nosotros” y un “ellos”. El “otro” tiene costumbres, tradiciones y
representaciones diferentes a las del “yo”: por eso forma parte de “ellos” y no
de “nosotros”. La alteridad implica ponerse en el lugar de ese “otro”,
alternando la perspectiva propia con la ajena.
Es
decir, la alteridad viene a ser una buena muestra de interés por comprenderse.
De ahí que se encargue por fomentar tanto el diálogo como los acuerdos e
incluso las vías de paz a cualquier posible conflicto.
Precisamente
por todo lo que es y lo que significa, normalmente cuando se habla de alteridad
también viene a la mente otro concepto, el de otredad. A veces se emplean como
sinónimos, no obstante, este último tenemos que decir que es aquel término que
se utiliza para expresar que cuando una persona está entablando una
conversación con otra lo que hace es adueñarse de ella. ¿Cómo hace eso?
Recurriendo a frases habituales como “si yo fuera tú lo que haría sería…”.
Precisamente
por lo que significan, por los valores que expresan y transmiten tanto la
alteridad como la otredad se usan en determinados ámbitos de estudio como, por
ejemplo, la Historia o la Antropología. Y es que sirven para entender las
posturas de unas partes u otras en cualquier acontecimiento o hecho.
Esto
quiere decir que la alteridad representa una voluntad de entendimiento que
fomenta el diálogo y propicia las relaciones pacíficas. Cuando un hombre judío
entabla una relación amorosa con una mujer católica, la alteridad es
indispensable para entender y aceptar las diferencias entre ambos. En cambio,
si se registra una escasa alteridad, la relación será imposible ya que las dos
visiones del mundo sólo chocarán entre sí y no habrá espacio para el
entendimiento.
La
alteridad también puede entenderse a un nivel más amplio. El encuentro entre
dos países o dos pueblos implica poner diferentes formas de vida frente a
frente. Si hay voluntad de alteridad, la integración podrá ser armónica, ya que
cada pueblo respetará las creencias del otro. Ese diálogo, por otra parte,
enriquecerá a ambos.
En cambio, si no hay alteridad, el pueblo más fuerte
dominará al otro e impondrá sus creencias. Eso ocurrió, por ejemplo, a partir
de la llegada de los conquistadores europeos a América.
Algunos
estudiosos, como sería el caso de Adrián Vázquez Fernández, han considerado que
básicamente existen tres tipos de alteridad: alteridad política, alteridad
ética y alteridad ético-política.
Alteridad
es la condición de ser otro. El vocablo alter refiere al “otro” desde la
perspectiva del “yo”. El concepto de alteridad, por lo tanto, se utiliza en
sentido filosófico para nombrar al descubrimiento de la concepción del mundo y
de los intereses de un “otro”.
La
alteridad hay que entenderla a partir de una división entre un “yo” y un
“otro”, o entre un “nosotros” y un “ellos”. El “otro” tiene costumbres, tradiciones y
representaciones diferentes a las del “yo”: por eso forma parte de “ellos” y no
de “nosotros”. La alteridad implica ponerse en el lugar de ese “otro”,
alternando la perspectiva propia con la ajena.
Es
decir, la alteridad viene a ser una buena muestra de interés por comprenderse.
De ahí que se encargue por fomentar tanto el diálogo como los acuerdos e
incluso las vías de paz a cualquier posible conflicto.
Precisamente
por todo lo que es y lo que significa, normalmente cuando se habla de alteridad
también viene a la mente otro concepto, el de otredad. A veces se emplean como
sinónimos, no obstante, este último tenemos que decir que es aquel término que
se utiliza para expresar que cuando una persona está entablando una
conversación con otra lo que hace es adueñarse de ella. ¿Cómo hace eso?
Recurriendo a frases habituales como “si yo fuera tú lo que haría sería…”.
Precisamente
por lo que significan, por los valores que expresan y transmiten tanto la
alteridad como la otredad se usan en determinados ámbitos de estudio como, por
ejemplo, la Historia o la Antropología. Y es que sirven para entender las
posturas de unas partes u otras en cualquier acontecimiento o hecho.
Esto
quiere decir que la alteridad representa una voluntad de entendimiento que
fomenta el diálogo y propicia las relaciones pacíficas. Cuando un hombre judío
entabla una relación amorosa con una mujer católica, la alteridad es
indispensable para entender y aceptar las diferencias entre ambos. En cambio,
si se registra una escasa alteridad, la relación será imposible ya que las dos
visiones del mundo sólo chocarán entre sí y no habrá espacio para el
entendimiento.
La
alteridad también puede entenderse a un nivel más amplio. El encuentro entre
dos países o dos pueblos implica poner diferentes formas de vida frente a
frente. Si hay voluntad de alteridad, la integración podrá ser armónica, ya que
cada pueblo respetará las creencias del otro. Ese diálogo, por otra parte,
enriquecerá a ambos. En cambio, si no hay alteridad, el pueblo más fuerte
dominará al otro e impondrá sus creencias. Eso ocurrió, por ejemplo, a partir
de la llegada de los conquistadores europeos a América.
Algunos
estudiosos, como sería el caso de Adrián Vázquez Fernández, han considerado que
básicamente existen tres tipos de alteridad: alteridad política, alteridad
ética y alteridad ético-política.
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